EL EJÉRCITO ANTES Y DESPUÉS DE AMLO
- Por lujardo
Por Ricardo Luján
Nos hemos acostumbrado a tomar como cierta la frase “Morena es igual que el viejo PRI”, pero esa verdad se queda corta: es peor.
Además de mandar al diablo a las instituciones (destruyéndolas), prostituir al poder legislativo y nulificar al poder judicial en una tómbola ramplona, el Obradorato le causó a la Nación un daño todavía peor: corromper al Ejército.
Al sobornar a los altos mandos para mangonearlos a su antojo, meter a la tropa a labores de albañil y utilizarla como mano de obra barata en la construcción de trenes, hoteles y carreteras, el taimado Andrés Manuel cambió para siempre la cara del Ejército.
Nunca ha sido traicionada la lealtad de las instituciones castrenses hacia la figura presidencial, de eso no hay duda…al menos hasta ahora, cuando sigue mandando el expresidente de quién recibieron la orden de dar abrazos y no balazos.
Desde 1857 el constituyente, por cierto formado auténticamente por liberales de verdad y no payasos, determinó con visión democrática que los militares deberían permanecer en los cuarteles y nunca dedicarse a labores de seguridad pública.
Ese criterio se mantuvo como dogma hasta que llegó el régimen populista que también al Ejército mandó al carajo al destinarlo a labores de vigilancia pública con la militarización de la Guardia Nacional, que en 2019 reemplazo a la Policía Federal, liquidada por AMLO.
La idea de Ponciano Arriaga, autor hace 168 años de aquella constitución, era evitar que los militares asumieran demasiado poder, lo que fue ratificado en la carta magna de 1917, atinada decisión que salvó a México de dictaduras militares y cuartelazos, como frecuentemente ocurría en casi todos los países de Centroamérica y el cono sur.
A pesar de aquella “dictablanda” mexicana durante el priato el ciudadano común no creía posible que en nuestro país se replicaran episodios como en los regímenes militares de Argentina con Videla, en Chile con Pinochet y Stroessner en Paraguay, por citar algunos.
En el México de la segunda mitad del siglo pasado nadie creía que pudiera ocurrir un cuartelazo y se instaurara un régimen militar.
Ahora en la mitad de la tercera década del siglo XXI, ya no es así.
Viendo lo que está en juego y conociendo las ambiciones de los políticos que no estarían de acuerdo en que Claudia se apartara aunque sea un poco del rumbo obradorista, no es descabellado suponer un cuartelazo, un “compló”, ahora orquestado por AMLO.
Todo el poder y el dinero que repartió entre los generales y el tren de vida que les permitió disfrutar, hacen muy difícil que hoy por hoy el Ejército sea leal a Sheinbaum, al menos no tanto como lo seguirían siendo al expresidente que los enriqueció y empoderó.
Y más ahora con la guerra frontal que Claudia y García Harfuch, su secretario de Seguridad, han emprendido contra las organizaciones criminales, cuyos resultados dejan muy mal parado en imagen al titular de la Defensa, pues se supone que para eso están los militares.
Irremediablemente los golpes al narco de García Harfuch algunos apoyados por la Marina, ponen en evidencia omisiones del Ejército.
Por eso decimos que Morena y la “cuarta transformación” no son ni de chiste como aquel PRI de la segunda mitad del siglo pasado, son infinitamente más corruptos, cínicos, descarados y prepotentes y sus líderes tienen más perfil de dictadorzuelos que de políticos.
El panorama para la democracia es desalentador en un país con el poder judicial trastocado y el Legislativo sometido a un Ejecutivo corruptor y a la vez corrompido por el crimen organizado.
En mi adolescencia setentera nunca hubiera imaginado que México estuviera gobernado por
una junta militar. Ahora sí lo veo posible. El patriarca tiene poder sobre el Ejército para -Dios no lo quiera- armar un cuartelazo en cuanto vea en riesgo su libertad o perciba cualquier infidelidad de la presidenta.
Aunque después de Tlatelolco el Ejército dejó de ser pueblo para convertirse en instrumento del poder, su lealtad hacia el presidente en turno siguió siendo ejemplar.
Aún con la llegada de un presidente panista, el Ejército se mantuvo fiel con Vicente Fox, no se diga con Felipe Calderón, con quien hasta la guerra fueron en su tirria contra los cárteles de las drogas.
Con López Obrador moviendo los hilos de la tramoya el Ejército dejó de ser fiel al 100 por ciento a la institución presidencial, a México.
Así las cosas, en los juegos del poder, hoy México tiene tres presidentes: el ensarapado López Obrador, la científica pelele y el loco Trump, quien por su influencia en las decisiones nacionales contra el crimen organizado, algunos dicen que el mejor presidente que el país haya tenido.
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