Local

Crónica de un aquelarre político en la oficina de corral

  • Por Editor R

Chihuahua.- A su regreso de la peregrinación del Camino de Santiago, en España, el Exgobernador Javier Corral Jurado entró en una etapa de pleno activismo político.

Cuatro horas de plantón afuera de la oficina de Avenida Independencia y Nicolás Bravo, bastaron a La Opción de Chihuahua para acreditarlo.

Cámara en mano, desde la acera de enfrente, este portal informativo captó, bajo un sol fuerte y quemante, el rosario de visitantes que sorprenderían a cualquiera.

El panzón Capitán Escamilla, que no es Capitán, ni policía ya, se supone, se dio cuenta muy tarde, cuando ya la memoria USB estaba repleta de imágenes.

-¿De cacería? –le preguntó al reportero, muy lejos ya de aquel 30 de noviembre de 2019, en La Deportiva, cuando empistolado, charola al cinto, chaleco de escolta y ensoberbecido por el cargo, prepotente y enloquecido, fichó al reportero, le privó de la libertad y le arrebató el iphone para meterse al chat de los reporteros de la Fuente Policiaca, en una franca invasión de las vías privadas de comunicación.

Fue aquel día cuando Corral dijo que El Pato, Gabriel Venzor, reportero de La Opción de Chihuahua, trabajaba para el narco, solo porque captó con imágenes su holgazanería e importamadrismo en el ejercicio del cargo de Gobernador.

Ahora es otro Escamilla: amable, sin gritar, sin hacer aspavientos con las manos, ni agredir ni insultar, se limitó a buscarle entre las ramas de los árboles, para preguntarle por las fotografías que tomaba.

Tampoco Corral fue el mismo. Ni siquiera se atrevió a salir y hablar con La Opción de Chihuahua, como antes encaraba -¿se acuerdan?- enfurecido, a gritos e insultos, a los reporteros de los medios que le cuestionaban.

Encerrado en su oficina, debe haber recordado cuando aparecía con su chaleco antibalas, rodeado de escoltas, para combatir los molinos de viento que construyó en su quinquenio: los medios, Duarte, las carretadas de dinero y otras cosas.

El poder es para poder, decían antes, pero el que escribe le agrega que sin poder no se puede.

No puede ni ser Cónsul, después de haber querido ser Embajador o Fiscal Anticorrupción.

Afuera de la oficina, que fuera casa de Guillermo Prieto Luján, el mejor líder y dirigente que ha tenido el PAN en su historia, antes del triunfo de Maru Campos, Corral colocó una placa que reza: Lic. Javier Corral Jurado. Abogado.

Escamilla salió y la limpió repetidas veces, hecha de bronce, como si intentara sacarle brillo a un trapo sucio.

Lamentablemente, ni abogado, ni periodista, ni buen Gobernador (ha sido el peor), ni nada. Solo ha sido un merolico, simulador y engañifa, fariseo y falsario, que ahora, como se ha acreditado, según Utep, arribó al poder por la vía del fraude.

Como sea, por su oficina transitó el desfile de los bultos inertes, políticamente, claro; uno a uno, cayeron bajo la lapidaria lente del acucioso reportero que desnudó la confabulación, el complot, la intriga, la cobardía, la traición.

Tres funcionarios, dos hombres y una mujer, de la Secretaría de la Función Pública, entraron a la famosa Casa de Enlace.

Encorbatados dos de ellos, embozados con el tapabocas, miraron para todos lados antes de entrar a la oficina del Exgobernador.

Arribaron a bordo de un automóvil oficial, con la leyenda de la institución, con gafetes que colgaban del cuello y con documentos en la mano.

Para la sorpresa de los lectores, momentos después hizo su aparición quien fuera su jefa, Mónica Vargas Ruiz, Exsecretaria de la Función Pública con Corral.

Llevaba un vestido tipo leopardo, cabello corto, y cargaba un maletín de una lap top de color azul con una franja naranja.

También llegó a la reunión Arturo Fuentes Vélez, el Exsecretario de Hacienda, sobre quien pesa la reapertura de la Carpeta de Investigación por la denuncia de Ficosec.

Con camisa y pantalón de color café, hojas oficiales bajo el brazo y cabizbajo, encorvado y lento, reflejaba la fiel imagen del fracaso. No levantó un momento la mirada; parecía la silueta de un reo.

Y qué decir de Francisco Muñoz, mejor conocido como El Menordomo, Secretario Particular de Corral, el que simuló la desgastada estrategia de su amo para fingir un pleito que jamás existió.

El Infiltrado, El Borrachín de Palacio, como le decían sus compañeros de trabajo, llevaba al menos cuatro sobres de color amarillo, de esos de uso oficial, repletos de papeles.

Arribó a la casa y saludó con un gusto insospechado al Escamilla.

Se metió y después salió a efectuar un recorrido por la banqueta, como para buscar a alguien.

Su jefe, Corral Jurado, debe haber visto al reportero enfrente, o alguien debió llamarle para avisarle, porque era lógico, por la forma en que salieron, que sabían.

Fue todo un aquelarre político.

Lo demás, los temas, los objetivos del cónclave de amargados y fracasados, es cosa ahora de los fiscales, no de los periodistas.

Por nuestra parte, la nota está hecha.