Opinión

LA COCHAMBRE DE LA VIEJA ESTACIÓN

  • Por Alfredo Editor

12 de octubre de 1957.

Teófilo Borunda Ortiz, el Tempranillo para sus amigos, nativo de Satevó para mayores datos, vestido como un maniquí, se encamina a inaugurar la estación del ferrocarril de Delicias.

Fue muy vago y juguetón, además de gobernador de Chihuahua de 1956 a 1962.

Entre vagancia y vagancia encontró sosiego para hacer un buen gobierno.

De estos afanes daba razón don Cleofás, su dad, quien cuando le hablaban de la pesada carga de su hijo al frente del gobierno, respondía con la cachaza característica de los de Satevó y rumbos curcunvecinos: "Oh yes, muy pesada la carga de mi hijo, pero vieran qué buenos fletes cobra."

Lo escolta otro dandy, el  hoy día también finadito Roberto Amorós, quien trajo la representación de don Adolfito Ruiz Cortines, aquel costal de mañas que gobernó al país entre 1952 y 1958.

Este Roberto, en la foto calzado con choclos bragados, también fue canela, de ahí que no es imposible que ambos hayan llegado crudones, razón por la que se pusieron sus Ray Ban, tratando de evitar un golpe de calor bajo el   solón deliciense.

A su izquierda, la agradable compañía de Marilú Matar Sepúlveda, reina de la Feria Regional de ese año, y la Güerita García, meses después soberana del 25o aniversario de la fundación de la casi siempre progresista población.

 Detrás se alcanzan a ver la gorra y el bigote de otro galán, Ramón Ramírez Amparán, sempiterno comandante vial y policiaco.

 Ya dentro del recinto, hoy todo cochino y en el olvido, se procedió al ceremonial respectivo.

 En la mesa acondicionada como presídium, ve usted al ingeniero Armando Bejarano Pedroza, diputado federal y Presidente del Comité de Construcción, a don Toño Gutiérrez Cristensen, Presidente Municipal, a Alfredo Chávez Vázquez, diputado local e hijo de su papá, Alfredo Chávez Amparán, Gobernador del Estado 1940/ 44.

 A la extrema derecha, Marilú adorna la mesa.

Años y felices días de aquel fausto acontecimiento.

 Tanto tiempo después, existe la intención de rescatar del olvido ese histórico inmueble para acondicionarlo como un espacio cultural, aprovechando que su estructura está en muy buenas condiciones.

 Será cuestión de iniciar el endiablado viaje por el tortuoso mundo de la burocracia, luego rasparle la cochambre y otras adherencias, remodelarlo bajo la idea de un buen arquitecto y echarlo a volar.

Que por ganas no quede, aunque cuidado con los espíritus traviesos de Teófilo y Amorós.